La estrategia de la Cultura
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Vuelva el culto a la cultura. Retornemos a la memoria del
pueblo, a la conciencia colectiva de nuestro encadenamiento legendario, a
reflexionar sobre los modos y maneras de vivir; pongamos el pensamiento en
marcha, y activemos, como ahora apunta la Unión Europea, la estrategia del
cultivado como forma de entenderse en el centro de nuestras relaciones. La
sabiduría siempre vuelve con su carro de interrogantes y su ración de tesis
comprensivas. Algo que hoy necesitamos en todos los continentes del Planeta, sobre
todo para tender puentes entre las personas, y así poder avanzar en la
diversidad cultural y en el diálogo intercultural como principios generales de
sostenible desarrollo y de las políticas, que sin duda han de ser más poéticas,
o sea, de servicio a la ciudadanía.
Quizás tengamos, para ello que ser más servidores de todos, más
tolerantes unos de otros, más auténticos en definitiva, aunque sólo sea para
poder refugiarnos ante el mundo de la adversidad.
Porque la cultura es, además, un motor formidable, que ha de
estar en el centro de nuestras vidas, de nuestro movimiento, de nuestra razón
de ser. Precisamente, en este sentido, se acaba de pronunciar el comisario
europeo de Educación, Cultura, Juventud y Deportes, Tibor Navracsics, al
identificar la cultura como la joya escondida de nuestra política exterior. No
cabe duda, de que para injertar diálogo, hace falta antes tener altura de miras
y una buena dosis de concordia. Lenguaje imprescindible en un momento como el
actual, en el que todos hemos de permanecer unidos para luchar frente a la
radicalización y la construcción de una alianza de civilizaciones contra los
que tratan de dividirnos. Estos esperanzados deseos, fomentará todo tipo de
estrategias culturales. Bienvenidas sean. Por ello, nos alegra enormemente que
la Comisión también haya anunciado que propondrá al Parlamento Europeo y el
Consejo de la UE para organizar el Año Europeo del Patrimonio Cultural en 2018.
Tenemos que reconocer que en los sectores cultural y creativo, la Unión Europea
ya ha financiado muchos proyectos al fomento de las industrias culturales e
innovadoras y a la promoción de la plática entre distintos.
La humanidad lejos de rechazar su herencia cultural deberá,
aparte de custodiarla, adentrarse en su propia historia. Por eso, estimo que
también es una buena noticia que más de mil indígenas de todo el mundo se den
cita en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, durante este mes de junio,
para analizar los escenarios de paz y de conflicto en el contexto de las
tierras, territorios y recursos, con miras a hacer valer sus derechos y
obligaciones. Lo que no podemos, ni tampoco debemos consentir, es que se
destruya nuestro patrimonio cultural. Ahí está para bochorno de todo el
planeta, tantas zonas destruidas, como el patrimonio cultural de Siria, que no
sólo ha forjado la identidad de su pueblo, también es decisivo para la unidad
del país. Sin duda, hay que buscar soluciones a nivel mundial, instaurando una
verdadera cultura cívica de humanidad, donde el respeto y la comunión entre
seres humanos, mediante el activo de una cultura del encuentro como especie,
nos dignifique como individuos pensantes. Jamás tengamos miedo de oírnos unos a
otros. A mí me gusta escucharme, es uno de mis mayores placeres. Prueben
hacerlo.
Sólo así podremos abrirnos a todas la culturas para concebir
cuando menos un mundo más humano, que tal vez en muchas culturas, por no decir
en todas, necesite de una renovada ética para poder renacer de tantas
inhumanidades vertidas. Desde luego, va
a ser importante saber leer la realidad para contestarse uno así mismo y
poder ofrecer sin catastrofismos un nuevo revivir en la esperanza de sentirnos
solidarios, pues ninguna cultura que se precie reduce al hombre a un mero
material humano. Hemos de pensar que todos somos generadores de cultura,
únicamente por nosotros mismos, mediante la autenticidad de donarse, ya que si
importante es ser más con nuestros análogos, aún más fundamental, es ser más
para nuestros semejantes. Tengamos la autoridad moral de reconocerlo y de
sembrarlo, con todas las fuerzas que encauzan un espíritu labrado en la
coherencia existencial.
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