Algo más que palabras
La gran revuelta de la estima
(la mentira nos enferma socialmente)
Pienso que vivimos un momento en el que es necesario llevar
adelante una gran revuelta, sobre todo en lo que se refiere a la estima de todo
ser humano. El mundo, en su conjunto, requiere reposar y repensar, ver la
manera de salvaguardarse de tanto rencor sembrado. Por tanto, creo que es hora
de enternecerse, con quienes se convive, para poder atraer ese espíritu
conciliador que todo el orbe demanda con urgencia. Lo armónico es lo que da
vida, lleva consigo esa capacidad de fascinar y comunicarse, o sea, de vivir
abriéndose a los demás. No podemos levantar muros. Eso ha de ser pasado. La
prioridad pasa por escuchar y acompañar. Luego, tomando la verdad como lenguaje
se acompasa el ritmo y se regulariza la ilusión. Por otra parte, nos hace falta
el pan diario de la juventud, al menos para borrar tantas falsedades sembradas
que nos llevan a enfermar socialmente. Indudablemente, hemos también de actuar
con clemencia, en esa cercanía hacia el análogo, sobre todo para no caer en los
errores del pasado, pues como decía San Ignacio: “El amor se manifiesta más en
las obras que en las palabras” y, en
consecuencia, “está más en dar que en recibir”. ¡Donémonos!, entonces.
Sentiremos una felicidad en el alma que es de agradecer.
Desde luego, la generosidad hay que ponerla en valor, si en
verdad queremos hacer valer los encuentros, máxime en un momento de tantas idas
y venidas absurdas, de vueltas y revueltas sin consideración hacia nadie, con
la proliferación de grupos extremadamente violentos que nos están dejando sin
nervio y sin verbo. Por cierto, nos hemos acostumbrado a tragar un aluvión de
disfraces, o de vidas en apariencia de difícil retorno a lo auténtico. Tanto es
así, que hay verdaderos encubridores del embuste para que parezca certeza,
disimilando el engaño y ocultando las intenciones. Sin ir más lejos, algunos de
los sembradores del terror han dado un uso tergiversado de la religión y una
falsa interpretación de los textos religiosos para incitar y justificar la
violencia. Ante esta triste situación, no debemos olvidar que la barbarie no
tiene defensa alguna. Este tipo de hechos son tan aborrecibles como demoledores
porque sus simientes son de odio, hasta el punto que cada día es más complicado
mantener seguros a los ciudadanos. En cualquier parte del planeta te pueden
sorprender los terroristas, dispuestos a encontrar cualquier debilidad en
nuestra defensa. Por ello, como dice Naciones unidas, hay que ir por delante de
ellos para prevenir que las mismas tecnologías se puedan convertir en armas
letales. Esta es la cuestión, de ahí la necesidad de cambiar el corazón, y la
mejor manera de hacerlo es bajo la estima del abrazo.
Llegado a este punto, me viene a la memoria esta inolvidable
frase de Quevedo, en referencia a aquellas gentes de bien, que únicamente
atienden al lenguaje interno, ya que
“sólo con el corazón se hablan”. En efecto,
es el mundo de los afectos el que nos pone en camino, en movimiento, sin
tristezas ni sensación de cansancio. Hoy
más que nunca nos hace falta mantenernos activos, permanecer en guardia en todo
lugar y durante todos los días, puesto que únicamente a través del esfuerzo y
la constancia, podemos abrazarnos y entendernos, en un mundo fracturado como
jamás, que precisa un futuro compartido para construir sociedades justas e
inclusivas, solidarias y libres, capaces de restituir tantas dignidades perdidas,
y desalojar tantas incertidumbres creadas por nuestro afán egoísta. Hace tiempo
que corremos el riesgo de ser reducidos a un mero producto de mercado y
consumo, y esto hará del mundo, un verdadero infierno para todos. ¿Dónde ha
quedado el amor y nuestra capacidad de amarnos?
Crear las condiciones idóneas es
una responsabilidad que nos debe involucrar a todos, sin excepción alguna. Sin
duda, es a partir de esa unión y unidad de países como se avanza humanamente.
A propósito, en este sentido de hermanarse, no podría haber
elegido Austria un mejor lema para su presidencia de la Unión Europea, que el
de: “Una Europa que protege”. Ciertamente, la humanidad desea una mayor
protección, o si quieren un mayor sentido de consideración, seguridad y orden. Finalmente, también me complace que la
Presidencia se centre en asegurar la estabilidad en el vecindario de Europa, en
la ciudadanía europeísta, siempre dispuesta a construir comunidades donde cada
uno se sienta reconocido como persona y ciudadano, titular de obligaciones y
derechos, donde la ética de las exigencias sea lámpara de curso de las
relaciones. Ahora bien, no vayamos a quedarnos solo en palabras, nuestro
trabajo es el de alentar y guiar, el de construir sociedades dignificadas,
respetuosas con toda vida, con todo ser humano, no permitiendo que nos mutilen
el entusiasmo, fortaleza tan valiosa como necesaria.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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