No abrazar al que nos redime, es nuestra mayor torpeza
(De siempre, la humanidad, -seducida por las ficciones del
Perverso-, se ha cerrado al amor de Dios; lo ha rechazado, con la ofuscación de
un endiosamiento mezquino. Esta es nuestra mayor pobreza como especie
pensante.)
I.- DARSE EN EL AMOR; SUSCITA MÁS AMOR
El amor nunca se da por acabado, cada día es un empezar de
nuevo;
precisamos reencontrarnos con la pasión de querer abrirnos
al otro,
para entendernos y comprendernos, para sentirnos y poder
amarnos,
que es lo que nos da luz y nos despoja de este terrible
mundo oscuro,
harto de desdichas y hambriento de dichas, ¡enterrado en sus
miserias!
No hay mayor aliento al desaliento que volver a los latidos
conjuntos,
que regresar al auténtico camino existencial del vivir para
los demás,
que retornar a los andares del verso como guarda de todas
las virtudes;
sólo así podremos reintegrarnos sin reservas, ascender en
humanidad,
descender a la humildad y ver el futuro con la piedad de la
esperanza.
Lo trascendente es reponer el corazón, rejuveneceremos mar
adentro,
y esto nos hará bien para salir de este mercado opresor que
nos ahoga,
para despertar interiormente a la clemencia y a la empatía
del sueño,
porque soñar es también un modo de fiarse, de corregirse con
ternura,
para mejorar nuestra salud interna y andar cada vez más con
el alma.
II.- CAMINAR JUNTOS;
CONJUGANDO LA PALABRA
Que cada cual tome sus buenos propósitos y armonice sus
abecedarios,
uno ha de refundirse con las alas del justo y tomar vuelo
conciliando,
pues hemos de concebir la urgencia de ponernos en camino y
caminar,
sin obviar la escucha de esa voz que nos llama a la poética
del bien,
a la mística de la bondad y a la contemplativa de sentirnos
abrazados.
Necesitamos converger, considerar la vida, la de todos y la
nuestra,
alzarnos con el recorrido de la auténtica palabra,
respetarnos siempre,
naciendo y renaciendo, alejándonos del ruido que rompe el pentagrama
de ecos, ofreciéndonos la maldad para sumergirnos en la
incitación
más rencorosa, ¡la de recluirnos dentro de un nicho sin
poder anidar!
El periodo cuaresmal es el momento favorable para
reconocernos
en nuestras andanzas viles, con una sincera revisión de la
conducta,
con el don restaurador del penitente en perenne búsqueda
hacia Cristo,
pues acogiendo sus nítidas palabras hallaremos el mejor
consuelo,
la gracia de volver a ser ese poema perfecto que el Creador
nos soñó.
III.- PERMANEZCAMOS VIGILANTES; SIEMPRE EN GUARDIA
No me gusta esa peregrinación externa que todo lo confunde y
vicia,
sin embargo me conmueve esa vigilancia en procesión hacia
Dios,
mientras el seductor del mal nos mueve a confiar en nuestras
fuerzas,
a galopar sobre la plaga del poder, desplumando al que menos
tiene,
destronando toda ética, derribando vínculos, dividiendo
familias.
Encerrarse en el propio egoísmo mata y no ayuda a descubrir
nada.
Si en verdad somos descendientes del amor y ascendientes del
verso,
tomemos el cabal lenguaje como proyecto de luz y demos
asistencia,
con el activo de una donación oculta que sabe acariciar con
la mirada,
y desterrar de sus ojos aquellas puertas que sólo se abren
al dinero.
Son tan elocuentes las inmoralidades que nos incrustamos en
la tierra,
empezando por falsear todo y acabando por someterlo a un
bien vivir
de algunos, que por
pura conciencia hemos de estar en firme alerta,
para dar voz a los que no tienen voz, vida a los que no
tienen vida,
y confianza a los que no saben confiar en quien nos dio la
eternidad.
VICTOR CORCOBA HERRERO
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