martes, 21 de diciembre de 2021
Compartiendo diálogos conmigo mismo
LA OCASIÓN PROPICIA
(Es el momento para vivir con profundidad, aquello que nos
calma y nos colma, el valor y el significado del nacimiento de Cristo. Nos
convoca a unirnos y nos evoca a reunirnos, alrededor del luminoso verso
creativo y su nítida inspiración. Encendido el corazón, la vida no se apaga).
I.- TIEMPO DE ALEGRÍA CONTINUA
El Niño está cerca, viene en camino,
nada lo detiene y todo se conmueve.
El universo sonríe pétalos de fuego,
y la tierra se ennoblece de visiones,
porque algo glorioso nos envuelve.
La espera suena al son de confianza,
nos pone en posición de la estrella,
y nos dispone a vernos y a mirarnos,
a contemplarnos en esa observancia:
de corazón a corazón y de cercanía.
Un recién nacido nos entusiasma,
nos acaricia el alma y nos enternece,
nos agrupa y nos reagrupa de vida,
nos llama y nos envuelve de cariño,
pues por amor vino a nosotros Dios.
II.- MOMENTO DE BÚSQUEDA PERMANENTE
Lo espiritual se aclara y esclarece,
con la encarnación de la inocencia,
y con la mística del verbo celestial;
que nos revela el perdón con la luz,
con la gracia de la verdad y bondad.
No dejaremos de explorar cada día,
buscaremos el modo de hallarnos,
nos reencontraremos en la túnica
del tiempo y del espacio buceando,
el modo y la manera de abrazarnos.
Nuestra ilusión deriva de la certeza,
de que el Señor nos trae la palabra,
viene a vivificarnos como espíritu;
se aloja entre nosotros con la cruz,
y germina en nosotros con la aurora.
III.- INSTANTE DE TERNURA DESINTERESADA
El efectivo regocijo nace del afecto,
del gran afecto de la ternura efectiva,
que está unida a lo más hondo del ser;
pues es un don en donación naciente,
que mora y enamora en vivo presente.
La fuerte presencia íntima e interior,
de ese Creador que nos resplandece,
con la venida a nuestras habitaciones,
ha de tutelar los andares aquí abajo,
velando la estima y vigilando el pan.
Porque el querer de
un niño es dulce,
tan dulce como la mirada de una flor,
que se enreda bajo el sueño de la paz,
y se mezcla entre el verde esperanza,
con el azul celeste y el oleaje terrenal.
Víctor Corcoba Herrero