Regenerarse cada día
A veces se nos olvida defender nuestra propia dignidad y nos
la roban. Nadie tiene derecho a quitárnosla. Pongamos mayor atención. Ya está
bien de no hacer frente a tantas etapas autodestructivas. Nos merecemos, sin
duda, otro estilo de vida más profundo y otro modo de caminar menos
superficial. Sabemos que no es fácil el cambio en una sociedad tan ensimismada
con el poder, que suele negar el diálogo a los débiles, encerrada en el egoísmo
y en la construcción de redes tan vengativas como crueles. Ante este bochornoso
contexto, resulta imposible reconciliarse, tejer otros abecedarios más
conciliadores, máxime en un momento de tantos intereses políticos perversos,
que nos deshumanizan hasta extremos verdaderamente voraces. En consecuencia, o
nos regeneramos para asegurarnos la continuidad o desaparecemos más pronto que
tarde. El ambiente no es nada propicio para el florecimiento de un naciente ser
humano, más noble y responsable, más comprometido con su especie, dispuesto siempre a asegurarse un
debate honesto y transparente, que nos aglutine más allá de los partidismos e
ideologías.
La regeneración es el verdadero avance que hemos de
fortalecer con nuestros esfuerzos contiguos. Indudablemente, necesitamos una
reacción global e interna, cada cual consigo mismo y en su muchedumbre, fundada
en la solidaridad de todos los pueblos, dispuestos a hermanarse. De igual modo,
urgen acuerdos internacionales que se cumplan, pues la interdependencia nos
obliga a pensar en un proyecto de vida en común; en una sola tierra y en una
sola masa de agua. En este sentido, este es un año decisivo para los arrecifes
de coral del mundo. Es público y notorio, que en las últimas tres décadas, la
mitad de los corales del planeta han muerto debido al aumento de la temperatura
del agua y la acidificación de los océanos, o también a la misma contaminación
con nutrientes, sedimentos y plásticos y la sobrepesca. Tampoco podemos seguir
desvistiendo el planeta de sus heterogéneas arboledas naturales, de sus ríos
cristalinos cada uno con su versatilidad innata y diversa, de sus cuencas multicolores,
junto a sus espacios, donde confluye la naturaleza con el misterio.
La situación no puede ser más tétrica, ante el deterioro del
medio ambiente y de la calidad de vida de gran parte de los moradores del
astro. ¿Cómo no es posible que aún no despertemos? El Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, acaba
de apuntar el posicionamiento de la ONU como "intermediario honesto"
que le permite actuar “como foro en el que todas las partes pueden entablar un
diálogo, ya sea para el desarrollo de nuevas normas y valores, o para resolver
las controversias existentes y promover la comprensión”. Ciertamente, estamos
llamados a entendernos y a tomar una mayor conciencia de nuestra marcha por
aquí. Hemos sobrepasado todos los momentos de espera y de habladuría. Ahora es
el instante preciso para la acción
regeneradora y la cooperación, clave para la seguridad y el desarrollo
del mundo, ante el grave deterioro de la calidad de la vida humana y su
degradación social. Está visto que si para la prevención, mitigación y
resolución de conflictos se requieren políticas globales basadas en
conversaciones y la mano tendida, también para los casos de armas de
destrucción masiva, se precisa el desarme y la no proliferación verificable.
Sea como fuere, nunca podemos quedar indiferentes ante problemas que son de
todos, pues en realidad somos muchas culturas, pero una sola familia humana la
que ha de ser restablecida.
Por ello, cada ser humano, habite donde habite, debe tener
la convicción de que forma parte de un todo, dispuesto a renovarse, mediante
lenguajes universales que privilegien el diálogo como manera de reencontrarse y
como modo de establecer acuerdos para vivir unidos, lo que nos exige una
profunda humildad social. Al fin y al cabo, es desde la sencillez de un
infinito amor como se curan todas las tristezas de este mundo. Quizás tengamos
que mejorar el espíritu instintivo del bien y la bondad que tanto necesitamos,
al menos para prestar más oído y más corazón ante las voces de quienes piden
justicia. Con razón se dice que no hay paz sin pan, pero la compasión también
requiere de la rectitud para renacerse, y hallar una respuesta a quiénes somos
y por qué vivimos, necesitándonos unos a otros. Dicho lo cual, considero que
amar es como rehacerse y repararse, a fin de recobrarse y recuperarse en cada
aurora. Prueben hacerlo y disfrutarán de su fruto; el de hallar en la placidez
del otro, nuestro propio gozo.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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