Algo más que palabras
Reivindico la consideración de toda vida
“Al destierro este comercio usurero entre análogos”
Hoy más que nunca se precisa configurar un orden global
verdaderamente sostenible, basado en reglas compartidas, tal y como sostiene el
documento de reflexión sobre el aprovechamiento de la globalización de la Unión
Europea. Lo fundamental, a mi manera de ver, no es ya solo una mejor
redistribución más equitativa de la riqueza, sino también un eficiente uso de
ese patrimonio común, empezando por
abordar conductas perjudiciales e injustas como la evasión fiscal, o subsidios
innecesarios que lo único que favorecen son acciones oportunistas, sin calado
alguno en la mejora de actitudes ciudadanas. A mí no me sirve este modelo de
desarrollo global que nos enfrenta, que es incapaz de hacer justicia y de
reinsertar vidas excluidas y marginadas por nosotros mismos. Por eso, hace
falta una cultura menos hipócrita, más auténtica, más fraterna y activa, sobre
todo a la hora de reivindicar la dignidad de la vida humana.
Dignifiquémonos como seres de verbo y nervio, como espíritu
humano no cuentista, como hacedores de bien. Por este camino actual
desintegrador y envenenado de inmoralidades resulta imposible mundializar nada,
puesto que la tensión que injerta la discriminación es tan mezquina y fuerte,
que nos impide respetar a la persona. Las gentes de cultivo, ya sean de ciencia
o de arte, tienen el compromiso de hacernos despertar. No podemos continuar
repitiéndonos en los errores del pasado, en las atrocidades perpetradas por
sistemas y gobiernos corruptos, es menester luchar por otra forma de vivir más
compenetrada, ofreciendo otro sentido y dirección más estético, con menos
fuerzas divisorias. Quizás tengamos que volver a las raíces de lo que somos,
nadie por si solos, de ahí la necesidad de fortalecer lazos de unidad y unión,
si en verdad queremos crecer como casa armónica común. La humanidad, en su
conjunto, es la que únicamente puede contribuir a los cambios fundamentales y
necesarios para alcanzar una estabilidad duradera, en la que todos nos
sustentemos y apoyemos. Al destierro, pues, este comercio usurero entre
análogos.
En consecuencia, reivindico la consideración de toda vida
humana, robusteciendo la confianza entre unos y otros, y de este modo,
rejuvenecerá ese lazo de concordia que es lo que nos ha de globalizar hacia un
espacio confluente y armónico. Este sí que será el gran avance, el día en que
nadie se quede indiferente ante nada, pues todo en el fondo, nos afecta a
todos. A lo mejor tenemos que promover un pensamiento más crítico, seguramente
más verídico y efectivo, también más afectivo, al menos para reconocer nuestras
propias confusiones. No es fácil reencontrarse con la verdad y hacerse examen
asimismo, máxime en una sociedad apuñalada constantemente por la mentira. Sin
duda, hemos de volver a adentrarnos en nosotros mismos, en ese latido interior
en el que habita esa conciencia de análisis, tan necesaria para levantar otros
rumbos más amistosos y de mayor calado. Para empezar, nadie puede ignorar
nuestro propio compromiso ético de desafiar la globalización de la desgana;
pongámonos en acción ante tantas situaciones bochornosas de injusticia, las
cuales exigen de nosotros, sí de cada uno de nosotros, una respuesta
humanitaria inmediata.
No levantemos más muros. Tantas veces lo he escrito, y lo
seguiré diciendo. Es importante derrumbar endiosamientos, pedestales
excluyentes. Nos necesitamos todos para todo, cada cual en su misión, pero
todos unidos en ese espíritu de conciliación y reconciliación, de participación
mutua y de colaboración recíproca, esencial para una respuesta humana a los
desafíos actuales tan destructivos como los de antaño. Tal vez sea el momento
de requerir una mayor comprensión, promoviendo otros cultos más dignos e igualitarios,
apoyando la comunicación participativa y la libre circulación de información y
conocimientos, sobre todo si en certeza queremos cimentar la paz en nuestras
existencias. Desde luego, si las generaciones futuras aprenden a considerarse,
a no utilizar la violencia jamás y a tratarse con estima, evidentemente el pan
será menos amargo cada día y el aire más puro cada instante. Al fin y al cabo,
la autosatisfacción de verse correspondido es un lenguaje que nos vincula y
hermana.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario