Frente a la casta de los aduladores
Hoy más que nunca se necesitan personas con tesón, nada
aduladoras, dispuestas a sucumbir a la incertidumbre que nos atiza, con coraje,
valentía y compasión. En consecuencia, es hora de acrecentar el compromiso con
la justicia social y la cultura solidaria. Sólo así se puede reforzar el
crecimiento mundial y desarrollar economías inclusivas. Desde luego, las
poblaciones han de estar mejor formadas, sobre todo en valores humanos, para
hacer frente a otra forma de entender el mundo, donde todo no lo es la tecnología
y las estructuras económicas, sino el ser humano como artífice de su propio
destino. De ahí, la importancia de que la acción política y las finanzas
reconsideren conceptos tan vitales como lo ético, en un mundo cada día más
corrupto e injusto, fruto de tantas intenciones malvadas. A mi juicio, por
tanto, ha llegado el momento de decir ¡basta! a una época de tantas falsedades.
Por ello, hay que implicarse en vociferar la verdad, aunque nos duela, algo
positivamente rebelde y esperanzador, pues únicamente lo verídico es lo que nos
hace libres.
No olvidemos que todo zalamero vive a cuenta de quien lo
atiende. Para desgracia nuestra, hasta la violencia encuentra sus seguidores y
sus aduladores. Sea como fuere, tampoco es de recibo, continuar con este espíritu
hipócrita que oculta una cosa en su seno y
dice otra, haciendo del engaño su razón de vida. ¡Cuánta bajeza sembrada
por los caminos! Deberíamos activar nuestra conciencia hacia otros horizontes
más auténticos. Sin duda, hemos de ser más cristalinos, para poder tomar otras
actitudes menos aparentes, pues la evidencia al final nos deja sin palabras. Lo
cierto es que el número real de atropellos en el mundo se reproducen a un ritmo
verdaderamente vertiginoso, y las víctimas inocentes son los que suelen pagar
este incremento de bestialidades que asolan el planeta; no en vano, las
Organizaciones Humanitarias están pidiendo fondos urgentemente para responder a
este desbordamiento de hechos delictivos, donde nadie respeta a nadie, pues
cada día son más las personas que han sido desarraigadas de sus entornos por la
guerra o la persecución.
Ya en su tiempo decía el Comediógrafo, Molière, que la
“hipocresía es el colmo de todas las maldades”, y cuánta razón hay en ello,
pues la realidad es la que es, sin más relato que el de la verdad que, al fin,
puede más que la razón. Resulta, efectivamente, desgarrador ver que se levantan
muros, que las personas perecen en el intento de salvar su vida, y que tanto
refugiados como migrantes son rechazados permanentemente, en contravención de
los derechos humanos y del derecho internacional. ¡Cuántas existencias
atormentadas por la intolerancia y por la falta de corazón humano! Deberíamos,
cuando menos pensar en esto, e incrementar los esfuerzos por dignificarnos y
fortalecer la cohesión social entre culturas. Así, por ejemplo, la comunidad
internacional ha de establecer una mejor plataforma de cooperación que
reconozca el enorme potencial del mundo, con unos moradores más unidos, lo que
exige otro pelaje de gentes más autocríticas.
Desde luego, los avances en la ejecución de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible, apuntan alto y claro, puesto que exigen que los
gobiernos escuchen a la gente y los involucren en el proceso de toma de
decisiones, movilizando a todos los sectores de la población, con instituciones
efectivas, aparte de rendir cuentas y ser inclusivos por naturaleza. Otra
cuestión es que lo podamos llevar a efecto, máxime en un periodo como el
contemporáneo, con abundante casta de aduladores, que encantan con las ideas,
con palabras que el pueblo quiere oír, pero que no suelen pasar de esa mera
persuasión diabólica. Ojalá aprendiéremos a ser más verdaderos, empezando por
otro lenguaje más de consuelo y de alcance a todas las culturas. No se trata de
loar a nadie, si acaso, hemos de ensalzar comportamientos veraces, como esa
voluntad de niño, que con su limpia mirada nos lo está diciendo todo. En suma,
que frente a la casta de los aduladores, la peor especie de enemigos, nos
interesa rescatar a la sociedad de tanta siembra de mentiras; pues ya saben lo
de la bola de nieve, cuánto más rueda, más grande se vuelve. Lo subrayo, por
interés social, ¡hagámoslo!
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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