Algo más que palabras
Este poder siniestro nace en nosotros
“¡Ay los vicios humanos!; son ellos los que nos matan”
Vivimos en la asfixia permanente, encerrados en inútiles
faenas que nos suelen triturar nuestra propia autonomía, ahogados por nuestras
miserias y abrumados por fatigas que nos aprisionan el corazón. Por eso, es
bueno sosegarse, dejar tiempo para uno, aprender a reprenderse, sólo así
experimentaremos ese gozo inenarrable de ser para los demás, un trampolín de confianza en vez de una
plataforma de comercios que matan. ¡Ay los vicios humanos!; hay que hacer
oposición a lo maligno y celebrar el triunfo de esa poética que nos circunda,
que nos lleva a despertar con una ternura combativa cada amanecer. De hecho, el
mismo poder del aire, nos injerta una fortaleza relacional a través de la
palabra, que ha de servirnos para contagiar a la tierra de nitidez. Hoy más que
nunca requerimos de buenos propósitos y de mejores acciones. Ya está bien de
tantas contaminaciones. Las violaciones es un continuo permanente. Nadie
respeta a nadie. Desde luego, es el mayor calvario actual, la falta de
consideración de la especie humana, siempre contra sí misma y siempre
batallando en atmósferas absurdas.
Por desgracia, en nosotros nace este poder siniestro
mortecino, que no oye los lamentos, y tampoco hace nada por retirar del mercado
retóricas violentas y doctrinarias. Deberíamos repensar sobre esta
confrontación envenenada de intereses. A mi juicio, nos urge salvaguardarnos de
esta corriente de especuladores de vidas humanas, con aires siempre
destructivos, dispuestos a globalizar el enfrentamiento, en lugar de avivar los
armónicos lazos sociales, que tan saludables son para todos. El mundo no lo
arreglan los ideólogos, sino el caminar conjunto de la gente que no excluye,
que pelea desde el diálogo por nuevos caminos de encuentro, revitalizando de
este modo nuestra misión humanística. La tarea, ciertamente, es de todos. De
ahí, que el futuro esté en nuestras manos. Ojalá tenga raíces esperanzadoras
ese porvenir colectivo. En Jordania por ejemplo, nos imprimen un sueño posible,
la combinación de procedimientos eficaces de presentación de quejas y de la
acción realizada por un Centro de Trabajadores a la vanguardia contribuye a
poner fin a la explotación laboral de los trabajadores migrantes. Es la buena
noticia. Sin embargo, en América Latina más de la mitad de los trabajadores no
cotiza para la seguridad social. Son estas brechas injustas las que han de ser
atendidas.
No olvidemos, que la protección social es un componente
fundamental del desarrollo económico y benéfico, especial para tener éxito en
la lucha contra la pobreza y la desigualdad. De igual modo, los continuos
hechos violentos son tan inhumanos como demoledores. Precisamente, cuando la
Madre Teresa recibió el premio Nobel de la Paz, en 1979, declaró claramente su
mensaje de la no violencia activa: “En nuestras familias no tenemos necesidad
de bombas y armas, de destruir para traer la paz, sino de vivir unidos,
amándonos unos a otros […]. Y entonces seremos capaces de superar todo el mal
que hay en el mundo”. En efecto, todos podemos ser más poesía que poder, más
artesanos que guerreros, más tolerantes con las ideas de los demás. Dicho lo
cual, claro que es posible alcanzar el amanecer de la paz, a poco que pongamos
un lenguaje más del alma por los caminos del globo. No perdamos la infinita
esperanza de escucharnos y de ver que todos, absolutamente todos, necesitamos
de pan, pero también de amor y cuidados. Al fin y al cabo, es cuestión de crear
alianzas. Como muestra última de esas conexiones, “la información geoespacial
es un componente crítico de la infraestructura nacional y un cianotipo de lo
que sucede, y con un valor social y económico demostrado”, según las propias
palabras de Stefan Schweinfest, director de la División de Estadísticas del
Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas. Desde
luego, es desde esa unidad de ideas y datos, como se puede hacer crítica para
mejorar las vidas y los medios de subsistencia que todos nos merecemos en
justicia.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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