domingo, 17 de agosto de 2014

¿Los Súper Buenos?...

¿Te sientes muy buena gente porque compartes el alimento con quien carece de ello, pero te gusta hacer alarde de esta virtud espiritual, como si fueras un ángel de Dios?...

¿Eres el ejemplo de los que regalan cobijas a quienes tienen frío, pero nunca moverías tus manos por nadie, porque tu amor por el prójimo sólo se mide por el tamaño de tu inversión en lo que gastaste?...
¿Te sientes muy bien porque mandas desde la farmacia el remedio al enfermo, pero nunca lo ves cara a cara para darle una palabra de fe y esperanza?...

¿Te llamas buena gente porque tú das lo que te sobra, a los necesitados?...

¿Es para ti más importante el llevar sólo la sobra doméstica, que otorgar también frases de comprensión para ayudar a entender  los  problemas  de  la vida cotidiana y comportarte sin discriminación social?...

¿Eres muy bueno porque prestas colaboración en las horas de armonía y fiesta, pero te importa poco cuando el alma del prójimo se encuentra dolorida, porque las pruebas que lo rodean no son gratificantes y tú no estás ahí para dar consuelo?...

¿Sientes que ya eres buena gente porque oras con el alma tranquila, junto a tus hermanos de fe, en los días de cielo azul, pero hasta maldices a la Luz Mayor cuando las luchas y los dolores de la vida arrecian?...

¿Dices que eres muy buena persona porque te dedicas a actividades de filantropía manifiesta, pero renuncias a ella, silenciosamente, contra la felicidad tuya y de los otros, dando comienzo sólo a regalarte a ti mismo cosas que incrementan tu egoísmo puro?

Si todo esto ocurre. Una sugerencia: Disculpa a quien te ofenda. En cuanto te sea posible asume también la iniciativa de la reconciliación, con el cultivo de la humildad.

El bien, cualquiera sea, es una bendición acreditada a favor de quien lo practica, pues desde  la  migaja  hasta  la fortuna, ofrendadas por y con amor, hay una escala completa de alegría y luz.

Sin embargo, a pesar de ello, el bien, practicado con sacrificio verdadero de nuestro egoísmo, le corresponde un merecimiento mayor. Y esa es la promesa mayor, pues los seres humanos siempre tenemos la oportunidad de enmendar nuestros errores y adoptar, en cualquier segundo, en el presente, en el ahora, la solución correcta a nuestras inclinaciones.

Aproxímate a los caídos, para ayudar, pero no supongas que solamente son las víctimas del desaliento o los desamparados.

Aguza las lentes del espíritu y descubre a quienes yacen postrados aunque sostengan el cuerpo  en  posición  vertical,  a  la manera de una torre inútil.

Es preciso comprender para discernir.

Están   los   que   cayeron   por amar, sin saber que el afecto insensato habría de lanzarlos en las tinieblas.
Están los que cayeron en un pertinaz cautiverio, porque ignoraban  que  las  flores  genuinas del hogar a menudo viven con el abono del sufrimiento.
Están los que cayeron al auxiliar, porque no sabían que la caridad verdadera requiere el apoyo de la renuncia.
Están los que cayeron por devoción a la dignidad, cuando transformaron la justicia en espada de intolerancia.
Están los que cayeron en los duros frenos del orgullo, al imaginar que eran más limpios y más nobles que sus hermanos.
Están los que cayeron en el fuego de las pasiones delictivas, que ellos mismos encendieron en su propia senda.
Están los que cayeron entre las rejas del odio, porque se olvidaron que el perdón es el sustento de la vida.
Y están además esos otros que cayeron en la miseria de la usura, como si pudiesen comer el  dinero que acumularon a costa de lágrimas.

Cada uno de estos seres humanos lleva el dolor en las profundidades del alma, como un elemento correctivo.

No  agraves  entonces su suplicio; no hagas más profundas sus heridas.

Todos somos viajeros, en las sendas de la Tierra, y cargamos pesados fardos con nuestras imperfecciones.


Hoy, ahora, podemos extender los brazos para levantar a los debilitados. Sin embargo, mañana será un nuevo día de caminata, y aunque tengamos la obligación de meditar y vigilar, en realidad ninguno de nosotros sabe si habrá de caerse en algún momento de esto que llamamos vida.


Por Emmanuel / Xico Xavier
Edición: Ernesto Alonso López