La apuesta por la familia humana
Me gustan las gentes que sonríen de corazón a pesar de sus
pesares, aquellos que hacen el propósito de mantener una actitud de
disponibilidad, de comprensión y benevolencia hacia nuestros análogos, siempre
dispuestos a apoyar labores solidarias que nos encaminen en la buena dirección,
al bienestar social que todos nos merecemos. Ciertamente, vamos a necesitar de
un cambio profundo. Quizás, más pronto que tarde, deberá llevarse a cabo en
este mundo globalizado como jamás. Para empezar, considero prioritario una
economía más respetuosa con el ser humano y su entorno. No se trata de un
crecimiento del consumo material, sino de una evolución más interna, para poder
dignificarnos y fraternizar esa visión humanística, donde nadie quede relegado,
sino reintegrado en ese avance de familia humana. Por tanto, no podemos
desprendernos de los vínculos, de ahí la importancia de apoyar la labor de la
comunidad internacional orientada a engrandecernos como ciudadanos pensantes, a
través del pleno empleo y del trabajo decente, la igualdad entre los sexos y un
desarrollo equitativo más justo, tanto en el aspecto monetario como en la
esfera cultural y ética.
No caben estas tremendas usuras y desigualdades entre la
familia humana. Precisamente, en la actualidad, el motivo principal para migrar
está ligado directa o indirectamente a la búsqueda de un empleo digno. En este
sentido, la Organización Mundial del Trabajo (OMT) calcula que unos 150
millones de trabajadores son migrantes —es decir, un 4,4 por ciento de la mano
de obra mundial—, de los cuales el 56 por ciento son hombres y el 44 por
ciento, mujeres. A nivel mundial, los trabajadores migrantes tienen una tasa de
actividad más alta que los locales: un 73 y un 64 por ciento,
respectivamente. Bajo estos datos,
tenemos que aprender a no quedarnos pasivos ante nada, puesto que todo es
patrimonio común de la familia humana, tanto por mar, como por tierra o aire.
En consecuencia, hemos de buscar entre todos, por toda la faz del planeta, que
cohabiten entre nosotros atmósferas más equitativas. Con la equidad el espíritu
es otro, cuando menos más armónico. Si, como se ha visto, el espíritu olímpico
es el símbolo más importante de la paz en el mundo; también la mano tendida y
reconciliada puede ayudarnos a hacer
familia y, por ende, a encontrar el camino de lo justo, ya que este aliento
global no se tradujo todavía en una nueva era de prosperidad colectiva.
Cuesta admitirlo, máxime sabiendo que los únicos gozos
auténticos son los que provienen de vivir en comunidad, compartiendo. A
propósito, ya el inolvidable escritor colombiano Gabriel García Márquez
(1927-2014), no perdía la esperanza y
pensaba que todavía no era demasiado tarde para construir una utopía que nos
permita compartir la tierra; y, verdaderamente, yo también así lo pienso. A mi
juicio, esto sucederá el día que nos rijamos por el orden impreso en la
conciencia humana. Se trata de que abandonemos el territorio de confort o el de
la indiferencia, para poder donarnos, colaborando y cooperando cada uno, por el
bien de los demás. Desde luego, es una lástima que aún no hayamos aprendido a
hacer familia con el corazón, aparte de garantizar un trabajo decente y útil
para todos, que es lo que realmente injerta una protección adecuada a los
hogares, elemento esencial de cualquier desarrollo económico y social
sostenibles.
Para desgracia nuestra, el informe de referencia de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestra que si bien la tasa de
desempleo mundial se está estabilizando, el desempleo y los déficits de trabajo
decente se mantendrán, en este año 2018, con niveles persistentemente altos en
muchas regiones del mundo. Deberíamos, pues, afrontar los desafíos del mundo
actual con más coraje y capacidad de análisis crítico, ya que pueblos y
ciudades bien gobernados y administrados son el camino hacia el ansiado
desarrollo sustentable y sostenible. De entrada nos anima que la equidad de
género y la unidad mundial, se haya ubicado en el centro de la agenda de la ONU
para este ciclo. Algo puede ser todo, no lo olvidemos.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario