Rescatémonos del río de tristezas
Reconozco que me abruma este enfermizo acontecer diario, que
nos desborda en tristezas y nos empequeñece nuestra vida interior, cuando en
realidad lo que me pide el alma es salir de este universo de resentidos, donde
la venganza se sirve en bandeja a diario, y beber del entusiasmo que brota del
corazón de lo auténtico. La autenticidad es lo que nos pone alas. Rescatémonos,
pues, e instauremos en todo el planetario los aires que nos dignifican.
Asumamos la responsabilidad de ser humanos y, por ende, libres por ser lo que
somos, pase lo que nos pase. Jamás me cansaré de repetir aquello de que no hay
mal que cien años dure. Por tanto, aunque repunte el hambre y aumente el número
de personas obesas, las violencias no cesen y las desdichas nos dejen sin
aliento, recobremos el espíritu creativo del cambio y pongamos en acción otras
formas de hermanarse más elocuentes y verdaderas.
Las tristezas no son buenas para nadie. Es un vicio tremendo
que nos usurpa hasta el propio yo. Despojémonos de ellas, e intentemos dejarnos
comprender unos a otros, con lenguajes del corazón, que son los verdaderamente
ilusionantes. Quien lo probó lo sabe, y penetra en la causa viviente con la
misericordia por bandera, sabiendo que hay que pasar por la vida viviendo, y
dejando vivir, más allá de la fuerza interpelante de la hipocresía que nos deja
sin argumentos existenciales. Realmente nos interesa otra vida más franca, en
la línea de un discernimiento poético más profundo, que nos permita huir de los
falsos endiosamientos excluyentes. Tenemos que despertar y salir de este
mercado triste de intereses que nos trunca hasta nuestro propio camino.
Sonriamos a pesar de los muchos pesares, porque más triste
que la amargura, es el dolor de no acertar a descifrar el edénico verso de
donarse y perdonarse para poder eximirse de un mercado que nos compra y vende a
su antojo. Necesitamos unas finanzas más éticas y humanas. Ya está bien de
tanto engranaje cínico. Es absolutamente esencial que los donantes
internacionales demuestren su aprecio y apoyo por todo ser humano. La cuestión
no es desechar personas, sino como decía el poeta y dramaturgo, Federico García
Lorca (1898-1936), tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días
y tan sólo ahora la hemos de gozar, y ciertamente, así es, de ahí la necesidad
de una educación más encaminada a pensar críticamente. Sólo, de este modo,
podremos hallar un camino de maduración en valores, o lo que es lo mismo, en
gozos.
Hoy más que nunca requerimos de entornos que nos insten a
disfrutar del paraíso existencial, de la juventud eterna de la esencia, del don
de la naturaleza para poder sanar heridas y estrechar lazos que nos auxilien
mutuamente. Lo importante siempre es repartir la carga, también la de la
tristeza, y al reconocernos en el análogo como una parte más del todo, quizás
descubramos que tan importante como el desarrollo social y cultural de una
especie, es también la de poder expandir la alegría por doquier, sabiendo que
el vínculo que nos ha de unir no es tanto de sangre como de respeto y regocijo
mutuo, máxime en una época en la que debemos entusiasmarnos para los
oportunidades y desafíos que trae la globalización.
A la luz del rápido cambio tecnológico, pero también
demográfico, Europa –en palabras del Vicepresidente Dombrovskis- debe ser
innovadora, flexible e inclusiva. Nos alegra, por consiguiente, que el Pilar
Europeo de los Derechos Sociales se avive, sobretodo en igualdad de oportunidades y acceso al mercado
laboral, condiciones laborales justas y protección e inserción social. Copie el
resto del mundo y activemos nuestro afán constructor de un orbe mejor para
todos. Sólo unidos, podremos llegar a buen puerto. A propósito, el filósofo y
escritor indio Rabindranath Tagore (1861-1941), nos dejó la mejor receta:
“Dormía..., dormía y soñaba que la vida no era más que alegría. Me desperté y
vi que la vida no era más que servir... y el servir era alegría”. Olvidémonos
de las llagas, por un momento. Nos merecemos una ración de júbilo en el
planeta.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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