Construir un futuro con trabajo decente
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Ginebra.- Me parece una buena noticia que la Conferencia
Internacional del Trabajo, como supremo órgano de decisión de la Organización
Internacional del Trabajo, se afane en construir un futuro con trabajo decente,
lo que conlleva una serie de valores inherentes que han de dignificar al ser
humano. Indudablemente, estamos ante un derecho, pero también ante un deber,
cuyos esfuerzos han de servir a la colectividad, mediante un mejor vivir.
Considero, por tanto, verdaderamente interesante que la cumbre sobre el mundo del
trabajo a celebrar el 9 de junio, estimule, abierta e interactivamente, tanto a
los empleadores, como a los sindicatos, gobiernos y organizaciones
internacionales, sobre un tema tan vital como el desarrollo a través de la
dignificación del empleo. Por desgracia, el desempleo, o el trabajo en precario
que es tan cruel como no tener trabajo, está aumentando trágicamente por todos
los rincones del planeta, lo que acrecienta la pobreza. Por eso, resulta
especialmente alentador que se propicien para el debate este tipo de encuentros
en un momento tan crucial para el mundo entero.
La desmoralización de muchas familias es tan acusada, que
cualquier diálogo social encaminado a crear oportunidades y a entusiasmar,
activando la creatividad y entornos propicios para el entendimiento, bien vale
la pena emprenderlo. La cuestión no es sólo generar empleo, que está muy bien,
sino también cómo mejorar las condiciones de trabajo, eliminar la explotación y
la esclavitud modernas, avivando un crecimiento socialmente incluyente de forma
simultánea. Por otra parte, resulta inaceptable que el trabajo esclavice en
lugar de liberar y se haya convertido en moneda de cambio. El ser humano es
algo más que una mera mercancía. Otro
grave problema relacionado con la cuestión laboral es el de la migración en
masa. Son muchas las personas, sobre todo jóvenes, que se están viendo obligadas a buscar
trabajo fuera de sus países de origen. Algunos lo hacen como trabajadores
clandestinos. No podemos permanecer indiferentes ante estas tremendas
circunstancias de trabajos forzados y sin esperanza ninguna. A veces cuesta
entender las horribles situaciones en las que malviven seres humanos, por
ejemplo la gran cantidad de mujeres y niñas que están siendo obligadas a
prostituirse por el simple hecho de tener que pagar deudas.
Sin duda, hay que prevenir esta horrenda explotación de
vidas humanas, y, en este sentido, la Conferencia llega en un momento crucial,
puesto que la desesperanza así como la exclusión de personas, viene minando una
sociedad que se desmorona por sí misma. Es el momento de reforzar las
cooperaciones entre países y de expandir la solidaridad entre sus moradores.
Sin un digno trabajo, el ser humano pierde su propia identidad, no puede
satisfacer sus necesidades básicas, ni sustentar a su familia, que es un
elemento esencial en el desarrollo humano sostenible y social. Ha llegado el
momento, pues, de reaccionar frente a tantos desordenes. Para empezar, lo
prioritario son las personas, el primer beneficiario, el actor principal, y no
al revés como viene sucediendo en esta sociedad de lobos. Nos alegramos que
excepcionalmente, la Conferencia, denominada como el parlamento mundial del
trabajo, también celebre el día mundial contra el trabajo infantil el 10 de junio. Resulta inconcebible que
muchos niños no puedan disfrutar de la infancia, ni acceder a una educación de
calidad, por el hecho de haber nacido en un determinado lugar.
El mundo de hoy tiene que reflexionar sobre todas estas
historias que nos deshumanizan. A mi juicio, cuanto antes se deberían limitar
los horarios de trabajo, prohibir el trabajo nocturno, reducir el trabajo que
sea excesivamente agotador, y tomar medidas para asegurar una protección
efectiva contra todas las formas de abuso, acoso y violencia. Ciertamente, como
ha dicho el argentino Daniel Funes de Rioja, al ser elegido presidente de la
Conferencia, "vivimos en una era de cambios, pero esto no significa dejar
a un lado nuestros valores, sino adaptarlos a las nuevas circunstancias".
Son estos nuevos contextos los que han de instarnos a pregonar con más voz si
cabe, una protección adecuada para todo ciudadano, promoviendo su dignidad en
el trabajo. Desde luego, por el bien colectivo de la familia humana que hoy
habita en un mundo global, pero sin globalizarse fraternalmente para desgracia
de la propia especie, es el momento de dar soluciones a una población
desesperada, totalmente excluida. Humanidad, por favor.