Gentes con corazón
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Todo, en esta vida, tiene su espíritu. Los que en verdad se
aman, con el pulso se auxilian. El mismo manantial de luz, injertado en la
propia vida, también posee su distintiva alma. Aún apenados hay soplos que nos
resucitan. Otros piensan que cada cual tiene la edad de su fortaleza íntima.
Quizás tengan razón. Por otra parte, a un gran caminante de versos; ninguna
ingratitud lo desmorona, ninguna pasividad lo cansa, ninguna prisión lo
encarcela, porque lleva consigo la sensibilidad necesaria para entenderlo y
hablarlo. Ojalá fuésemos más valor que valía, más poesía que poder, más
servidumbre que dominación. No olvidemos que la enseñanza que deja huella, no
es precisamente la que se cultiva de mente a mente, sino la que crece porque
sí, de latido a latido. El día que el mundo sea menos coraza y más corazón,
habremos conseguido que nos gobierne la concordia. Por eso, es tan importante
poner el intelecto al servicio de lo que dictan nuestros manjares interiores,
que no es otro que el amor, para hallar sosiego dentro de nosotros, pues de
nada sirve buscarlo fuera. Lo sabemos, pues pongámoslo en práctica. Con amor
nada se resiste, todo se construye a la vez que también todo se perdona.
No me sirven las doctrinas. Únicamente me apasionan las
gentes con voluntad. Quiero recordar, que desde que echaron a andar en 1948,
las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz, los
denominados cascos azules han pasado a ser uno de los principales motores de
luz en medio de las tinieblas. No sólo han sabido gestionar las crisis
complejas que ponen en peligro, tanto la seguridad como el clima armónico entre
humanos, igualmente han concienciado a las personas a quererse. Ellos son como
ángeles, tanto es así que en la actualidad las operaciones de las Naciones
Unidas para el mantenimiento de la paz reciben, de más de un centenar de
Estados Miembros, contribuciones de personal militar y de policía. Esta nutrida
cifra es producto de la firme confianza mundial en el valor de las actividades
de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la alianza. Coincidiendo, por
tanto, con su Día Internacional del Personal de Paz de la ONU (29 de mayo),
quisiera aparte de evocarles con esta humilde columna periodística, referenciar
su coraje protector de vidas y su gran decisión de auxilio, sin distinción
alguna.
Constantemente estaremos en deuda con estas multitudes
humanitarias, crecidas de bondad, dispuestas a donarse para embellecer a la
especie. La herencia de estas personas, con vísceras de audacia y energía,
seguro que inspirará a trabajar en armonía por una sociedad más justa, libre y
reconciliada, contribuyendo de este modo a la defensa de los valores
auténticamente humanos en cualquier país, en el mundo entero. Hoy más que
nunca, se precisan referentes con un estilo de cercanía y proximidad, para
poder distanciarnos de una cultura inhumana, que sólo ofrece itinerarios de
muerte hasta con la propia vida silvestre como acaban de denunciar varias
agencias de la ONU, buscando poner fin a un tráfico ilegal que afecta a todos
los vegetales, animales y otros organismos no domesticados. Está visto que,
realmente, al no dejar hablar el corazón, la insensibilidad adquiere bravura y
el salvajismo fundamento.
Sin duda, debiéramos tomar conciencia de la obra de estos
asistentes de hondura, sabiendo que los momentos más felices son aquellos en
que derramamos afecto a nuestros semejantes, a los que nos rodean; pues si
consigo impedir que un corazón se destroce, al menos no habré vivido
inútilmente. Tengamos en cuenta que si los grandes pensamientos nacen a golpe
de pulsación, la fuerza más fuerte de todas, es también un corazón
verdaderamente entregado. Grabemos esto en el alma, cuando menos para poder
disfrutar de los amaneceres tanto como del atardecer; ya que cada día vivido
por y para los demás, será recordado como el mejor del año. Estas mismas
sociedades de azul amanecer saben que, al dar un poco de amor, ganas una vida
que te sonríe para siempre. Con razón se dice que la familia es la patria del
aliento. Dicho queda. Hagamos patria. O sea, vida armónica. Algo que debe conquistarse
y reconquistarse a diario.
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