Propiciemos una actitud de servicio conciliador
Hemos construido futuros diversos, hasta ahora
principalmente motivados por la avaricia del beneficio, y esto a mi entender no
es de recibo. Hace falta activar una reconstrucción conciliadora, bajo un
espíritu de unión y unidad, que nos haga descubrir el verdadero sentido de la
humanidad como familia, lo que requiere que los países más avanzados ayuden a
los menos adelantados, junto a una reformulación en términos más precisos y
cercanos, lo que implica la promoción de una ciudadanía coparticipe, donde todo
el mundo tiene algo que dar y recibir; puesto que, hay un deber de acogida que
es lo que verdaderamente nos armoniza cuando lo realizamos con voluntad. Por
desgracia, es una lástima que desde los sillones del poder no se activen otros
lenguajes más respetuosos con nuestros análogos. En lugar de dejarnos guiar por
la soberbia dominadora, deberíamos reflexionar sobre nuestra historia e intentar
ser menos opresores. Que un gobierno, como el sirio, utilice gas sarín contra
sus propios ciudadanos, según dicen investigadores de la ONU, atestigua el
rechazo radical a ese vínculo que nos hermana como seres con corazón. Por
tanto, es hora de recapacitar, de tomar asiento
y de servir, en lugar de ser podio de influencia, para poner en valor
una sociedad humana que requiere aproximarse y, así, poder trabajar juntos por
un mundo más compasivo.
Está visto que aquel que no vive para asistir, tampoco
sirve ni para auxiliarse él mismo. Hoy
más que nunca hacen falta servidores dispuestos a darlo todo para contrarrestar
este clima de terror y violencia que padecemos por todos los rincones del
planeta. El paradigma de los Cascos Azules o de tantas gentes en misión,
dispuestas a donarse, han de ser nuestro referente como agentes de paz. Ellos,
estos servidores de la humanidad, jamás renuncian al sueño de la concordia, aún
cuando viven en medio de persecuciones y dificultades. Sólo hay que mirarles a
los ojos y ver lo contentos que están con su servicio a la gente más humilde y
desconsolada. Estoy convencido que su heroicidad dará sus frutos, pues es desde
la generosa entrega como se producen las grandes revoluciones espirituales y
humanas. Es evidente que los riesgos siguen aumentando, pero aún así, estos
ángeles de la amistad y de la vida, no cesan en su empeño, continúan prestando
su apoyo y haciendo familia en un mundo tan cruel como injusto. Por otra parte,
que un líder mundial como el Papa, viaje a Colombia para apoyar el proceso de
reconciliación, es también otra manera de ofrecerse como peregrino de luz y
amor. “Demos el primer paso” es el lema de este viaje del Pontífice. Lo que nos
recuerda que siempre se necesita dar un primer paso para todo en esta vida. Lo
estúpido es quedarnos en la pasividad.
Sinceramente pienso que el mundo presente tiene necesidad de
ciudadanos dispuestos a dar lo mejor de sí, en favor de la paz y del diálogo,
de la hospitalidad y de la conciliación. En este sentido, nos satisface, que la
migración sea una de las principales preocupaciones de la Unión Europea. Hemos
de reconocer, según los informes recientes presentados por el Comisario
Avramopoulos, que se ha avanzado mucho
al respecto, sobre todo en una mejor gestión de las fronteras exteriores en
todas partes. A propósito, en conferencia de prensa, indicaba: “El despliegue
de la Agencia Europea de la Guardia Costera y la Guardia Costera ha continuado
durante los últimos meses con dos operaciones adicionales lanzadas para ayudar
a España en el Mediterráneo Occidental, donde hemos visto recientemente algunos
aumentos en las llegadas. En la actualidad, más de 1.700 oficiales de la
Guardia Costera y de la Guardia Costera de toda Europa están en el terreno,
patrullando las fronteras exteriores de Europa, tanto en tierra como en el mar.
¡Esta es la solidaridad europea en acción!” En
efecto, este es el camino, ocupar asiento para donarse, propiciando una
actitud de servicio conciliador. Desde luego, el gozo que genera el hermanamiento
de culturas se hace más vivo cuanto más se alienta y se comparte. No olvidemos
que, ser portadores de alianzas, es como llevar la fuerza de la clemencia
consigo mismo para arrancar y desterrar
el egoísmo, y así poder reedificar y plantar un pedestal que, en lugar de ser
poderoso, nos sirva para unirnos en
busca del bien del otro, con total gratuidad, sin rivalidad o vanagloria.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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