Atmósferas de cruz que hay que vencer
A poco que recorramos el itinerario de lo armónico, nos
daremos cuenta que la mística del camino siempre proviene del mismo manantial,
el del amor. Es hora de dejarnos amar, de abrir los cofres interiores cada
cual, y de mostrar los dones de nuestros latidos. Nos debemos a la gratuidad de
lo que soy y a la gratitud de la llegada. No importan las creencias. Hemos
venido para converger en la poesía, en el pensamiento de las hondas palabras,
para renacer de estas atmósferas de cruz generadas por nosotros mismos y
esparcidas unos contra otros. En esto radica nuestro valor, en despojarnos de
toda maldad, porque es necedad aceptarla o acostumbrarse a ella, para poder
reinventar otra estrofa, si quieren más espiritual que corporal, pues sólo así
podremos florecer en la concordia. Nada está perdido, pues. Es cuestión de
poner orden y de donarse en nuestra vida cotidiana como un verso más en esta
métrica de deseos, eso sí, no hay que confundirse con el vacío, hay que ser
auténticos para poder revivir incluso de las piedras.
Jamás es excusable ser malvado, pudiendo ser río de
bondades. Sería un buen consuelo aprender a avergonzarnos ante nosotros mismos
de nuestras viles hazañas. Ciertamente, en un mundo multirracial, cada día más
imbuido por la diversidad de lo múltiple globalizado, en el que casi todos los
países van a ser multiculturales, multiétnicos, multirreligiosos y
multilingües, lo que se requiere son líderes responsables con visión
reconciliadora, por variado que sea el multipartidismo, dispuestos a fomentar
alianzas más allá de la multimedia, pues lo importante es que la ciudadanía se
halle acogida y hermanada. En efecto, lo fundamental es que la estirpe del
pensamiento, el corazón del ser humano, se vincule más allá de lo meramente
mundano y haga familia. Por desgracia, la desilusión entre tantas atmósferas de
cruz suele desmembrarnos hasta la misma esperanza. No la perdamos. Es cierto
que proliferan los intereses mezquinos, de unos gobiernos pasivos ante unas
finanzas sin alma, muchas veces sujetos a los traficantes de armas,
prevaleciendo la selva de lo corrupto, en lugar de favorecer el encuentro
respetuoso, esforzándonos por comprender y conciliar lo irreconciliable. Sin
embargo, ninguna acción hay que darla por disipada. Puede que tengamos todos
los demonios acorralándonos, pero bajo el contexto del alma nada desfallece; es
un níveo poema que no cesa en la verdad, hasta volvernos libres como el aire
que nos da vida.
Esta es nuestra gran asignatura pendiente, superar las
divergencias, para que pueda madurar un espíritu verdaderamente poético en su
conjunto. Nada somos sin los demás. Ese sentirse abandonado por los familiares,
por los amigos, por la sociedad, es una de las grandes crueldades del momento
presente. Ya no digamos el abandono de unos hijos para con sus progenitores.
Sea como fuere, hay que encontrar soluciones a tantos calvarios sembrados.
Cambiemos el odio por el amor,
modifiquemos actitudes egoístas, transformemos esa codicia de quienes buscan
fáciles ganancias, por un mayor desprendimiento del yo en favor del nosotros.
Sí, la humanidad en su conjunto, es lo verdaderamente trascendente y nadie
puede desligarse de estas atmósferas que nos crucifican a diario. Todas ellas,
se harán más llevaderas, en la medida que derramemos ternura y clemencia.
Comprometámonos a no disminuir en el aliento de amparar a nuestro análogo, a no
empequeñecer su felicidad con nuestros antojos, sólo así podremos avanzar hacia
ese cielo que todos buscamos y deseamos. Antes, inevitablemente, hay que vencer
estas cruces deshumanizadoras. Ahora bien, no olvidemos que las campanas
siempre doblan por todos, también por los ausentes, que nos han legado su
estela de vivencias; y, entre ellos, están los sembradores de lo genuino que
jamás podrán extinguirse, por ser más poesía que poder. Creación y recreación
reunidas y unidas por siempre, será la loa más sublime, luminosa y
enternecedora. La compasión del Creador no tiene límites.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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