Degradación y decadencia
“El fracaso de esta generación parte de esa mentalidad que
todo lo separa, divide, excluye y adoctrina a las órdenes del poderoso
caballero don dinero; en lugar de priorizarse con el amor, que jamás desea ser
poseído”.
Los seres humanos entre sí, y junto a los demás, hemos
decaído tanto culturalmente como moralmente, lo que requiere, con urgencia,
asumir compromisos y responsabilidades globales, para trazar nuevas acciones
encaminadas a redescubrir en común lo mucho que podemos hacer en familia unos
por otros. Por desgracia, el núcleo vital de lo humano y de la sociedad, ya no
se forma al calor de ese hogar que infunde pertenencia, ilusión y tolerancia.
Hemos enfermado en valores y en valía, y los mandatarios que se dicen
protectores de la estirpe, también han olvidado que la efectiva acogida tiene
su naciente en la institución familiar; en esa corporación de vínculos
emparentados, que es donde en verdad adquirimos la espiritualidad humanística,
heredada a través de la ternura del abrazo, de la entrega generosa, de la
donación total en suma. Es cierto que siempre ha habido crisis, pero cuando se
afronta todo de manera superficial o interesada, es difícil que renazca el
diálogo sincero, creando situaciones realmente complejas y problemáticas. A mi
juicio, el fracaso de esta generación parte de esa mentalidad que todo lo
separa, divide, excluye y adoctrina a las órdenes del poderoso caballero don
dinero; en lugar de priorizarse con el amor, que jamás desea ser poseído.
Mal que nos pese, los magnos valores de humanidad se
aprenden y reprenden en consanguinidad. Son los grandes agentes
transformadores, pues de una mística unión de corazones, o si quieren de una
íntima comunidad conyugal de savia y afecto, germinan los abecedarios más
armónicos, los sentimientos más puros, la actitud más desprendida, el lenguaje
más níveo del alma, donde nadie hace alarde de nada, porque lo importante son
las huellas de humildad que dejan aquellos rostros que saben disculparlo todo.
Después de ese amor inherente que debe unirnos como caminantes, la experiencia
de los siglos prueba que la deshumanización anuncia la decadencia de los
linajes. Por eso, es fundamental reavivar el sentido de mundialización y de que
los corazones dejen de ser piedras, de hacer uniones más auténticas a través
del ejemplo de sus progenitores, pero también de una educación sana adherida a
los principios y valores éticos. Que nadie se confunda, estamos llamados a
convivir y a respetarnos, a restablecer el raciocinio y a fomentar el sentido
de justicia, a despertar a una conciencia menos mercantilista de la existencia
humana en definitiva.
Sea como fuere, uno se fraterniza desde el compartir y se
degrada desde el endiosamiento dominador del pensamiento materialista. Ahí
están los insaciables, los que utilizan las artimañas de la fuerza y del
poderío, imponiendo un estilo que nos repele entre humanos, con modos
intolerantes que nos degradan y con una clara violación a lo que en realidad
somos, un soplo de energía y poco más. De igual modo, debido a una
sobreexplotación, sin miramiento alguno; nuestro propio planeta, que es también
nuestra casa común, corre el riesgo de destruirse. Así, los últimos cuatro años
son un claro signo del cambio climático a largo plazo debido a concentraciones
récord en la atmósfera de gases de efecto invernadero. “2015, 2016, 2017 y 2018
han sido confirmados como los cuatro años más cálidos registrados”, según
informe reciente de la Organización Meteorológica Mundial. Esta es, por tanto,
una realidad que debemos afrontar toda la ciudadanía en bloque, sin ninguna
exclusión o marginalidad; y ha de ser, además, una de las principales
prioridades mundiales.
En consecuencia, es el momento de movilizarnos para renacer
y no proseguir en esta degradación y decadencia humana, que nos lleva
verdaderamente al caos y a la destrucción. En el nombre de Dios, Al-Azhar
al-Sharif -con los musulmanes de Oriente y Occidente-, junto a la Iglesia Católica
-con los católicos de Oriente y Occidente-, han firmado, al inicio de este mes
de febrero, un histórico documento en el que declaran asumir la cultura del
diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento
recíproco como método y criterio. Extiéndase el paradigma. Ojalá hagan lo
propio otros líderes mundiales. Sin duda, este puede ser un buen camino, para
que en nombre de la ciudadanía, en su armónica unidad y como seres pensantes,
todos podamos estar más dispuestos a cooperar hacia una cultura de
consideración solidaria y bilateral, siendo más comprensivo al menos cada cual
consigo mismo y sus semejantes, con vistas a confirmar la importancia de tales
valores, como ancla reconstituyente y fuerza humanística para todos.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
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