Ante el aluvión de dificultades
“En el hacer familia se juega nuestro futuro”.
Vivimos momentos complejos y tiempos difíciles. Los
moradores de este mundo nos enfrentamos a múltiples problemas, tanto de salud,
como discriminatorios o de contiendas inútiles. Nueve de cada diez personas
respiran aire corrompido y séptico todos los días. En 2019, la OMS considera
que la contaminación del aire es el mayor riesgo ambiental. Por si fuera poco,
un reciente estudio de la FAO revela que el consumo insostenible de plantas y
animales, tanto silvestres como domésticas, al igual que otras especies que
avalan la producción alimentaria, está conduciéndolas a su extinción, lo que
pone en grave peligro el mañana en cuanto a productos alimenticios y medios de
subsistencia, así como nuestra salud y el medio ambiente. También las sucesivas
luchas no cesan y la violencia desencadena represalias y espirales de venganza
como jamás. Por desgracia, ese mundo dividido y cruel a veces comienza dentro
de los muros de la propia familia. Ojalá aprendamos a verter abecedarios más
comprensivos, a abrazarnos sinceramente, a tener una palabra amable y la
sonrisa siempre dispuesta para sembrarla a nuestro alrededor. Hay que evitar
los inútiles combates entre humanos, a todos nos empobrecen y a nadie
beneficia. Hagamos memoria histórica.
Es público y notorio que las dificultades están ahí, en
cualquier vida, lo que nos exige hacer comunidad para erradicar esta brutalidad
que nos desborda, tomando todas las medidas que se requieran. Sin duda, el
mejor modo de resolver un conflicto es no tratar de rehuirlo. Por ello, es
menester avivar otros estilos de vida
más sensibles y otras actitudes ante la vida más armónicas. Quizás tengamos que
empezar por acusarnos a nosotros mismos, recomenzando por reparar nuestros
defectos. Este, sin duda, será un buen comienzo de cambio. Por otra parte, los
esfuerzos de conservación parece que van en aumento, y esto es saludable para
todos; pues es esta biodiversidad, utilizada de manera sostenible, la que nos
salvaguarda y sostiene, sobre todo en cuanto a dietas saludables y nutritivas.
También en los sanos lenguajes, que brotan de solidas leyes morales, se
facilita la solución de los problemas. Ya está bien de tanta inhumanidad, de
tantos fenómenos destructivos, que nos conducen a un auténtico absurdo. Desde
luego, hay que repensar nuevos horizontes de protección. Ante tantos lobos
voraces que nos circundan, que verdaderamente nos dejan sin aliento, urge salir
de este callejón de contrariedades que nos hemos injertado en vena. Tal vez la
exhortación de San Francisco de Asís: “Que la paz que anunciáis de palabra la
tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones”, puede socorrernos y ser un
instrumento reconciliador.
Tenemos la oportunidad, en consecuencia, de poder desviarnos
de esta atmósfera demoledora, superando todos estos desafíos, que son muchos y
espinosos, con la tenacidad de la escucha y la mano tendida hacia el diálogo.
No hay otro modo de hacerlo. La parálisis y retrocesos que sufren hoy muchos
países de nuestro planeta, lo que evidencian es la necesidad de unas
negociaciones sin fisuras, donde impere la acogida humanitaria y el trasfondo
de prestar oídos para poder entrar en sintonía y hallar un terreno común que
nos hermane. Puede que tengamos que aprender aún a darnos las manos unos a
otros, a ser más auténticos y transparentes,
a saber acercamos a los que nos piden auxilio. Está visto que la
comprensión y el entenderse es la mejor expresión para crecer en concordia.
Sabemos que las dificultades de la vida son inevitables, pero las podemos hacer
más llevaderas, aportando nuestro propio espíritu a los demás. Ahí radica la
alegría de vivir. Es verdad que prolifera multitud de almas desgarradas. La
solución a esta realidad habita en nosotros, en cada uno de los seres vivos,
puesto que todo se supera con amor, la mejor medicina para todos los casos. El
odio no es capaz de superar ninguna barrera. La fragmentación de los latidos
tampoco. Únicamente, el amor de amar amor, como tantas veces me digo a mi
mismo, nos da fortaleza y nos imprime gozo para continuar el camino.
En el hacer familia se juega nuestro futuro y, como quiera
que necesitamos de ese porvenir para sustentarnos en el diario de nuestra
existencia, tenemos que soportar lo andado y no tener miedo de los fracasos,
pues a caminar se aprende caminando. Tras cualquier caída nos conviene
levantarnos y seguir andando. Es cuestión de tenacidad y de constancia. Por
mucha sensación general de confusión y desconfianza que tengamos, la voluntad
de sobreponerse siempre permanece en nosotros. Nos conviene que la buceemos.
Todo es superable. También colectivamente, del principio al fin, todo se puede
salvar. Posiblemente deba comenzar a vencerse y a convencerse por uno mismo y,
así después, llegaremos a transformar esta riada de lágrimas en un mar de
alivios, sabiendo que contener y perdonar ayuda a cantar victoria, a calmar
ánimos y a colmar felicidades.
Víctor
Corcoba Herrero/ Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario