El concepto de charrismo sindical es un concepto que surgió en México durante finales de la década de los cuarentas (1948). Por medio de esa categoría se puede uno referir a una de las formas del corporativismo político que ha servido de control para sostener y reproducir regímenes políticos autoritarios. El corporativismo en México ha servido, además, para apuntalar la relación “Metalegal” entre patrones, gobierno y sindicatos, donde la acumulación de la riqueza y la distribución del poder se llevan a cabo a costa del lamentable empobrecimiento y de los trabajadores. Varios historiadores apuntan que el 21 de julio de 1948 el Secretario de Hacienda, Ramón Beteta canceló la paridad del peso con respecto al dólar, por lo cual, pocos días después sobrevino una fuerte devaluación de nuestra moneda que motivó a los dirigentes sindicales de ferrocarrileros, petroleros, mineros, metalúrgicos, telefonistas y la Coalición de Sindicatos Industriales a convocar a un “paro nacional” en el Distrito Federal para contrarrestar la política económica del presidente Miguel Alemán. Los sindicatos proponían iniciar las movilizaciones con una manifestación de protesta. La manifestación nunca se llevó a cabo.
El 28 de septiembre del mismo año 1948 Jesús Díaz de León “El charro” -con el apoyo del gobierno federal- presentó ante la Procuraduría General de la República cargos contra los dirigentes sindicales Valentín Campa y Demetrio Vallejo, acusándolos de desfalco, motivo por el cual fueron inmediatamente detenidos y se les aplicó un proceso penal plagado de irregularidades. Como respuesta el Comité Ejecutivo Nacional del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM) hizo del dominio público la operación gubernamental por lo cual acordaron destituir al “Charro” Díaz de León. El 14 de octubre, “El Charro” acompañado por cientos de policías asaltaron de forma sorpresiva el sindicato. El Coronel Serrano del Estado mayor presidencial dirigió la maniobra que condujo a la toma de todas las secciones del sindicato de los ferrocarrileros. El Comité Ejecutivo Nacional es desconocido por el gobierno y se giran órdenes de aprensión contra todos los dirigentes nacionales. El asalto al sindicato de los ferrocarrileros fue el primer paso hacia la “subordinación” total de la mayoría de los trabajadores mexicanos, principalmente de la clase obrera afiliada a sindicatos. El apodo de Díaz de León “El charro” dio origen al concepto “charrismo” que en términos específicos define la intromisión gubernamental en las acciones más importantes de las dirigencias sindicales.
Desde aquella fecha “charro”, “charrismo” y “charrazos” forman parte de la jerga -del lenguaje- de la vida cotidiana de los sindicatos. El rasgo político esencial del charrismo es la conjunción del corporativismo y el autoritarismo gubernamental. Por ello no extraña que el llamado movimiento obrero sindical en general sea omiso, obscuro y “pro gobierno” y jamás se ocupe de reivindicar banderas de lucha en favor de los trabajadores. No obstante, cuando algún dirigente se brinca las trancas sin permiso le aplican todo el rigor de la ley por cualquier forma de equivocación pública que haya cometido. Si alguno, aisladamente, hizo crecer un movimiento opositor al régimen, en su justo momento, les hicieron llegar órdenes de aprehensión y para algunos la cárcel inmediata sin juicio, ni procedimiento legal.
Siendo así de lógico el funcionamiento del corporativismo sindical mexicano no es de extrañar, aunque lastime a la Nación, que el sindicato nacional de trabajadores de la educación “SNTE” -el que cuenta con el mayor número de agremiados “mejor preparados en promedio” de todo el país- sea dirigido al más claro y auténtico modo del charrismo sindical descrito arriba. Es conducido y explotado sin mecanismos democráticos que permitan mejorar la educación y, peor aún, sin que el mismo haga nada encaminado a mejorar la condición de vida de sus integrantes. Lo raro es que una masa tan amplia se deje pastorear por una pequeña cúpula de privilegiados que han recibido del régimen todo tipo de prebendas que terminan por coartar no sólo las aspiraciones de sus agremiados sino de los mismos dirigentes, quienes aceptaron -en sus inicios- posiciones políticas, tanto en el Congreso de la Unión, los congresos locales, los ayuntamientos y los gobiernos de los estados y hasta el registro de un partido político que una y otra vez los somete al escrutinio público del cual nunca salen bien calificados.
Lo peor del charrimo sindical en el ramo educativo es que con la aplicación del “Examen Nacional de Conocimientos y Habilidades Docentes” de la SEP se puso en evidencia el bajo nivel que tienen muchos profesores que actualmente están en las aulas. Sin duda eso es parte de las consecuencias de ser dirigidos por aquellos que ven en la representación gremial su conveniencia y a la política con una descarada visión patrimonialista. ¿Y usted, cómo la ve?. Politólogo.
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