lunes, 7 de febrero de 2011

Discurso del secretario de Educación Pública del estado de Puebla en la ceremonia del XCIV Aniversario de la Promulgación de la Constitución de 1917


Luis Maldonado Venegas en el marco de la ceremonia del XCIV Aniversario de la Promulgación de la Constitución de 1917

Señor secretario de Gobierno, licenciado Fernando Manzanilla Prieto, representante personal del gobernador constitucional del estado, doctor Rafael Moreno Valle Rosas;

Señor presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados del Estado Libre y Soberano de Puebla, Guillermo Aréchiga Santamaría;

Señor magistrado Saúl Acosta Hernández en representación del Tribunal Superior de Justicia;

Licenciada Blanca Alcalá Ruiz, presidenta municipal del honorable Ayuntamiento de Puebla;

Señoras y Señores legisladores al Congreso local;

Compañeras y compañeros integrantes del gabinete;

Distinguidos invitados especiales;

Señoras y Señores;

Hoy conmemoramos, en esta fecha secular y patriótica, el espíritu republicano, liberal y social que enlaza a las dos constituciones promulgadas un día como hoy, cinco de febrero: la de 1857 y la de 1917.

Ambos ordenamientos se arraigan en la fuerza de la tradición jurídica mexicana, que ha inspirado la evolución de nuestro Estado de Derecho, expresado en la Constitución General de la República.

En síntesis, hoy evocamos la visión precursora de quienes supieron comprender, que solo prospera y perdura, lo que se construye sobre los cimientos del derecho y de la justicia.

La revolución mexicana, surgida de modo excepcional y heroico, en esta ciudad, abrevó originalmente en el reclamo democrático de Madero, que convocó a la insurrección y que tuvo como primeros mártires de esa gesta, a las figuras señeras de Carmen, Aquiles y Máximo Serdán.

En su derrotero, aquel movimiento concitó pasiones en un torbellino de fuerzas en conflicto, a las que confluyeron las exigencias de una sociedad agraviada, sometida, marginada y excluida.

Más de un millón de héroes anónimos ofrendaron sus vidas para hacer realidad los postulados, que harían de esta la primera revolución de cuño social, en la historia contemporánea.

De aquel convulso y confuso proceso, emergió la visión clarividente del presidente Venustiano Carranza, a cuya consecución contribuyó un notable abogado poblano, Don Luis Cabrera, quien aportó su genio jurídico en la elaboración de los documentos de trabajo y discusión, que apoyaron los encendidos debates del Congreso Constituyente de Querétaro.


De aquella pléyade de mexicanos excepcionales que dieron nueva dimensión a nuestras bases constitucionales, hoy, en esta fecha solemne, con orgullo y memorable admiración recordamos a las figuras egregias de quien representaron a los 18 distritos del estado de Puebla de aquel entonces: a Daniel Guzmán y Rafael Cañete, Miguel Rosales, Gabriel Rojano, David Pastrana, Froylán Cruz, Antonio de la Barrera, José Rivera, Epigmenio A. Martínez, Pastor Rouaix, Luis T. Navarro, Porfirio del Castillo, Federico Dinorín, Gabino Bandera, Lepoldo Vázquez, Gilberto de la Fuente a José Verástegui, y a Alfonso Cabrera.

Hoy a la distancia del tiempo, está a la vista que la obra jurídica del Constituyente de Querétaro preserva vigencia y vitalidad. De su denominado capítulo dogmático, destacan las garantías sociales, ya que ciertamente, el motor del movimiento revolucionario fue abatir las desigualdades y abrir oportunidades de acceso y equidad para los que menos tienen.

Hoy por hoy, la deuda social sigue siendo la asignatura pendiente del siglo XXI. Tres preceptos de la constitución continúan siendo la inspiración para resarcir las desigualdades que hoy prevalecen entre sectores sociales, géneros y regiones. El artículo tercero constitucional, que consagra el derecho a la educación; el artículo 27 que postula la reforma agraria y el artículo 123 que corresponde a la protección de los derechos de los trabajadores.

De este capítulo debe en efecto emerger una política social de Estado, que se sobreponga al disenso y al diferendo, que se creé por encima de filiaciones políticas o ideológicas para que prevalezca el acuerdo de la sociedad en su conjunto.

Otros lineamientos enriquecieron desde su origen el contenido social y político de la constitución de 1917. Libertad de expresión, democracia y respeto efectivo al voto libre y secreto.


Tuvieron que transcurrir muchas décadas, para que la letra muerta de estas garantías, se tradujera en un ejercicio vivo y actuante de los derechos ciudadanos a elegir libremente a sus gobernantes.

En Puebla, estamos inaugurando la etapa de la alternancia, la de un gobierno plural e incluyente, que establece las bases de una democracia fundada en los consensos, en la tolerancia y en la inclusión de todas las fuerzas políticas.

Otro de los principios fundamentales en la construcción de nuestro Estado de Derecho, que decanta uno de los principios ideados para defender las libertades del hombre y favorecer el correcto reparto del poder público, es la división de poderes.

En un Estado de Derecho, no tiene cabida la concentración exacerbada o limitada del poder público.

Desde 1814, el derecho constitucional para la libertad de la América mexicana confirió tres atribuciones a la soberanía popular “la facultad de dictar leyes, la facultad de hacerlas ejercer y la facultad de aplicarlas a los particulares”.

Si a 197 años de este postulado, no asumiéramos con determinación una sana separación y equilibrio de poderes vigente y perdurable, nuestra voluntad de avance político se estaría sustentando en la precariedad o en la simulación.

Por ello, al establecer las bases del nuevo gobierno, el Dr. Rafael Moreno Valle, ha ofrecido un respetuosa relación a los Poderes Legislativo y Judicial del Estado.

Más aún, en este último caso ha presentado una importante iniciativa para fortalecer la estructura del Poder Judicial, mediante la creación del Consejo Estatal de la Judicatura, aunadas a otras propuestas y reformas para mejorar la procuración de justicia.

Pero es preciso recordar que el derecho se expresa en la Ley, pero esta debe trascender con justicia y certidumbre al orden efectivo de su aplicación. Es decir, requerimos alentar una “cultura de la legalidad” en la que todos los sectores de la sociedad sin excepción, concurran en su vida diaria a someter todo acto de evasión del espíritu de la ley.

Sin duda la mayor cuota en este esfuerzo debemos aportarla quienes ejercemos funciones de autoridad. Nadie puede estar por encima o al margen de la ley.

El rumbo al que aspiramos los poblanos es otro, es la ruta recorrida por nuestros ancestros y es el camino que deseamos para el tránsito de nuestros hijos. El que ha forjado nuestras instituciones, con la constancia y determinación de todas las generaciones que nos han precedido, a golpe de lucha, de trabajo y de esperanza.

Tenemos conciencia de la necesidad de afianzar en los hechos, lo que Juárez expresó en una consigna perdurable y aleccionadora “que el pueblo y el gobierno, respete los derechos de todos”.

Ni negocios privados al amparo del poder público, ni decisiones públicas al servicio de intereses particulares.

Compete a todos nosotros, servidores públicos de un gobierno que se ha comprometido a realizar nuestras tareas de manera diferente, con apego a una ética pública, bajo principios de honestidad y transparencia.

Porque es ley de buen gobierno, gobernar con apego a la ley, los servidores públicos estaremos atentos a combatir y a desterrar todo signo de prepotencia y arbitrariedad, de influyentismo y corrupción, de inmunidad e impunidad, que ofendan a la ciudadanía.

De esta forma, más allá de los discursos, rituales, en los hechos y en la rendición de cuentas a la sociedad a la que servimos, estaremos honrando efectivamente la memoria imperecedera de los precursores de nuestra Carta Magna.

Señor secretario de Gobierno, señoras y señores:

A los constituyentes de 1824 les correspondió fundar las bases de un estado libre y soberano. Al movimiento liberal de 1857, consolidar las libertades de todos los ciudadanos, a los promotores e ideólogos de la carta fundamental de 1917, proclamar los derechos sociales.

A nuestra generación corresponde retomar este legado para que con visión y ánimo renovados demos nueva proyección, vigencia y dinamismo a los nuevos “Sentimiento de la Nación”.

Como mexicanos, como poblanos comprometidos con el desarrollo de nuestro estado, este día debe adquirir mayor significado y determinación para que en torno de nuestras instituciones jurídicas, políticas y sociales, confirmemos que la única medida para servir a Puebla, es servirla con medida.
Porque con acciones que transforman, lo mejor está por venir.
Muchas gracias.

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