Artículo Editorial
SOBRE EL “OASIS MICHOACANO”
Opinión del especialista en asuntos de
transparencia y libertad de expresión e investigador del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Ernesto Villanueva
México. D. F., a 20 de agosto de 2012.- La semana pasada el gobernador de
Michoacán, Fausto Vallejo, a propósito de una visita que hizo al estado el
presidente Felipe Calderón, afirmó que la entidad es un “oasis de paz y
tranquilidad”, cuando precisamente en los meses de su gestión se han
incrementado la violencia, la represión estudiantil, los gravísimos problemas
de inseguridad en Cherán y aun la fortaleza del crimen organizado; tanto así
que hace unos días tuvieron que ser enviados miles de efectivos del Ejército y
policías federales a la entidad para tratar de contener la oleada criminal que
la azota. ¿Por qué pasa lo que pasa en Michoacán? Veamos.
Primero. Fausto Vallejo Figueroa no fue
inicialmente una persona con reflejos políticos limitados. Al contrario, cuenta
en su haber con una amplia trayectoria en la entidad que le ha permitido
ejercer prácticamente todos los cargos públicos. Hoy, sin embargo, las cosas han
cambiado. Documentos a los que tengo acceso confirman que padece una enfermedad
delicada. Si bien un segmento de esta información es innegablemente parte de su
derecho a la vida privada, otro no lo es porque el padecimiento del mandatario
estatal podría estar afectando la toma de decisiones en la vida pública
michoacana y explicaría –no justificaría– el porqué del grave proceso de
erosión política y social en la entidad.
Como un simple ejemplo de lo anterior
recuérdese la equivocación de Vallejo al nombrar a Luis Miranda como secretario
de Finanzas creyendo que contrataba a un político homónimo cercano al candidato
presidencial priista Enrique Peña Nieto. De acuerdo con los documentos de los
que dispongo, el funcionario padece diabetes en estado avanzado, con las serias
complicaciones que entraña esta enfermedad crónico-degenerativa, es decir que
únicamente puede ser controlada puesto que hasta ahora no hay cura existente en
el mundo para ella.
Segundo. Según su expediente médico, Fausto
Vallejo padece no sólo una enfermedad incurable sino que el rápido desarrollo
de ésta le ha generado dos complicaciones que son de interés público: La
primera es la neuropatía diabética, complicación de la diabetes que genera
afectaciones en los nervios del cráneo, provoca fuertes dolores de cabeza e
impacta la lucidez. Para el tratamiento de estos problemas suelen medicarse
antidepresivos tricíclicos, utilizados también para combatir la depresión
profunda. Tal combinación detona síntomas neurológicos no menores: cefalea, parestesia,
ansiedad, insomnio y cansancio crónico, lo que explica el hecho de que Vallejo
prácticamente no realice giras de trabajo y atienda un mínimo de asuntos en la
casa de gobierno local.
El gobernador sufre también insuficiencia
renal crónica, por lo que es sometido a frecuentes sesiones de diálisis
peritoneal, segunda complicación que contribuye a un estado de cansancio
crónico. En consecuencia, resulta fácilmente deducible que este delicado cuadro
de salud tenga serios impactos en la toma de decisiones de carácter público en
Michoacán. El sentido común indica, pues, que Vallejo debe dedicarse a atender
sus enfermedades de tiempo completo, como éstas lo exigen. Por tanto, el hecho
de que siga encabezando el Poder Ejecutivo y el Congreso lo permita constituye
una irresponsabilidad política.
En Estados Unidos estos hechos serían el
eje del debate electoral. Hace tiempo The New York Times, en su editorial de
casa, explicaba la necesidad de que la ciudadanía contara con “candidatos
sanos” para bien de los gobernados. Es de llamar la atención que Fausto Vallejo
haya aceptado ser candidato y fungir como gobernador no obstante su mal estado
de salud, a sabiendas de que con ello podía poner en riesgo su propia
integridad física y, consecuentemente, el buen desarrollo de los asuntos
públicos en Michoacán.
Si atendemos a lo que plantean R. S. Surwit
y otros autores en “Stress and diabetes mellitus” (Diabetes care, 1992, pp.
1413-1422), el estrés al que seguramente está sometido Vallejo debido a la
naturaleza de su trabajo podría estarle causando mayores complicaciones de
salud, con el impacto que eso supone en la lucidez que se requiere para
gobernar. Por lo demás su edad, superior a los 60 años, contribuye a que su
padecimiento se vuelva doblemente incompatible con el ejercicio del poder,
porque después de esa edad “es común un grado variable de degeneración
cortical” que reclama “reposo y medicación” (Vellas, B. J., Albareda, J., y
Garry, P. J., eds., “Dementia and Cognitive Impairments. Facts and Research”, en Gerontology,
supplement, Serdi Publisher, París, 1994).
Tercero. En el ejercicio del poder los vacíos no existen y Michoacán no es la
excepción. Hoy la entidad es gobernada de facto por dos grupos políticos
locales: el dirigido por el septuagenario Marco Antonio Aguilar Cortés, quien
se ostenta como abogado sin cédula profesional y despacha como secretario de
Cultura pero tiene a su cargo el sector educativo, área que por cierto se halla
en crisis en el estado, y el encabezado por el secretario general de Gobierno,
Jesús Reyna, quien se encarga de mantener el mínimo minimorum de
gobernabilidad. Así las cosas, la terrible situación por la que atraviesa la
entidad no debe prolongarse por más tiempo.
En el caso de la mala salud de Vallejo el
Congreso local tiene la prerrogativa de aplicar el artículo 55 de la
Constitución michoacana por tratarse de una “causa grave”, en tanto que Vallejo
tendría que dejar el poder porque todo indica que está impedido física y
mentalmente para ejercerlo.