viernes, 20 de julio de 2012

Columna



EL PAÍS DEL CHANCHULLO

Por Renato Consuegra 
México, D. F.- El sistema legal y político de México está hecho de tal forma que prive el chanchullo, la marrullería, la confabulación, la manipulación y el contubernio por sobre la veracidad, la legalidad y la buena fe. Es decir, para que el más avezado, cínico o inescrupuloso triunfe. Raros son los casos donde realmente hay justicia, así, a secas.

Desde la Constitución de 1917 hubo inconsistencias que si bien se pudieron remediar, en las reformas posteriores se acrecentaron y desde el llamado "triunfo de la revolución", se ahondaron para conveniencia y beneficio de los vencedores.

Recuerdo que en una plática con algunos reporteros y columnistas once años atrás, Alejandro Gertz Manero, profundo conocedor del sistema político y legal de nuestro país, respondió a una pregunta de un servidor sobre la justicia en México, la que dijo, si existe, pero sólo para el poder político y económico, de tal forma que ésta se obtiene o no, de acuerdo con el grado, nivel o cantidad de poder que se puede acumular para la hora de dirimir alguna diferencia.

Platico esto porque hoy la élite del PRD se queja, agrede, lanza a sus huestes menos informadas o fanáticas contra las instituciones, contra todo aquel que no esté de su lado, y ni qué decir, muchas ocasiones contra quienes simplemente difieren de sus apreciaciones.

Los fanáticos de López Obrador pretenden que se aplique la justicia a lo López Obrador, es decir, la suya y punto.

Empero, la elite que hoy dirige y gobierna al PRD y los partidos que lo acompañan, que son los principales asesores, impulsores y creadores de López Obrador, participaron en la construcción de ese monstruo informe que son hoy las leyes y reglamentos hechos para el poder político y económico cuando "militaron" en el PRI.

Manuel Camacho Solís, Porfirio Muñoz Ledo, Ricardo Monreal, Manuel Bartlett, Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard, Dante Delgado y hasta el propio López Obrador fueron parte de ese sistema corrupto para el que mantener el poder era y es lo más importante y para ello hicieron las leyes como hoy están, con sus rendijas por dónde escapar.

Hoy queda para ellos recordar aquella sentencia de Luis Cabrera cuando desde la Cámara de Diputados acusó a un grupo de políticos contrarios de ladrones, quienes le respondieron que lo probara, a lo que la contestación del ex ministro de Hacienda de Venustiano Carranza fue: “los acuso de corruptos, no de pendejos”.

Todos ellos han sido beneficiarios de ese sistema legal informe que impide generar equilibrios al poder. Hoy Andrés Manuel López Obrador ya no recuerda que su candidatura a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal en el año 2000 fue aprobada como parte de una negociación política y no de una decisión legal, ya que incumplía los requisitos de residencia en la capital del país para poderla gobernar.

La falta de transparencia ha acompañado a López Obrador desde los momentos en que uno de los brazos del poder político le abrió las puertas de la capital para sus marchas y plantones, subvencionando sus largas estadías en el Zócalo con cientos de personas; tampoco revela quién le dio y como parte de qué acuerdo, las cajas con los documentos originales de los gastos de campaña de Roberto Madrazo.

Mucho menos se conocen las cantidades de recursos utilizados por la construcción del mal llamado segundo piso ni los gastos en comunicación social cuando gobernó el DF, como tampoco de dónde salieron los miles de millones de pesos utilizados durante su campaña y movilizaciones durante los seis años anteriores. Un cruce de estos datos, probablemente destacaría que honesto, honesto como se dice, no lo es.

Para exigir congruencia y honestidad hay que ser congruentes y honestos.

López Obrador y los suyos se han negado a desmantelar el sistema corrupto que existe en el país porque sólo siendo parte de él pueden obtener las prebendas que ofrece. De otra forma estarían fuera de la jugada política y la lucha por el poder.

El tabasqueño y sus seguidores tuvieron seis años para sostener una verdadera lucha de oposición para tratar de cambiar las reglas del juego, un juego más justo, más equilibrado, más democrático, pero pensaron que el nivel del artimañas suyas sería mayor a las del PRI, que en todos estos años se dedicó a socavar al gobierno de Felipe Calderón.

López Obrador y la mal llamada “izquierda” dejaron de lado el fortalecimiento de las instituciones y la construcción de una verdadera vía democrática.

Hoy pagan las consecuencias, como lo haremos la mayoría de los mexicanos, salvo que hagamos lo que nos corresponde como ciudadanos, lejos del contubernio político.

Hace tiempo quiero dejar de vivir en el país del chanchullo.

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